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El campo de batalla, Ángel González
Hoy voy a describir el campo
de batalla
tal como yo lo vi, una vez decidida
la suerte de los hombres que lucharon
muchos hasta morir,
otros
hasta seguir viviendo todavía.
No hubo elección:
murió quien pudo,
quien no pudo morir continuó andando,
los árboles nevaban lentos frutos,
era verano, invierno, todo un año
o más quizá: era la vida
entera
aquel enorme día de combate.
Por el oeste el viento traía sangre,
por el este la tierra era ceniza,
el norte entero estaba
bloqueado
por alambradas secas y por gritos,
y únicamente el sur,
tan sólo
el sur,
se ofrecía ancho y libre a nuestros ojos.
Pero el sur no existía:
ni agua, ni luz, ni sombra, ni ceniza
llenaban su oquedad, su hondo vacío:
el sur era un enorme precipicio,
un abismo sin fin de donde,
lentos,
los poderosos buitres ascendían.
Nadie escuchó la voz del capitán
porque tampoco el capitán hablaba.
Nadie enterró a los muertos.
Nadie dijo:
“dale a mi novia esto si la encuentras
un día”.
Tan sólo alguien remató a un caballo
que, con el vientre abierto,
agonizante,
llenaba con su espanto el aire en sombra:
el aire que la noche amenazaba.
Quietos, pegados a la dura
tierra,
cogidos entre el pánico y la nada,
los hombres esperaban el momento
último,
sin oponerse ya,
sin rebeldía.
Algunos se murieron,
como dije,
y los demás, tendidos, derribados,
pegados a la tierra en paz al fin,
esperan
ya no sé qué
-quizá que alguien les diga:
“amigos, podéis iros, el combate…”
Entre tanto,
es verano otra vez,
y crece el trigo
en el que fue ancho campo de batalla.
El tiempo
Ali Ahmad Said, (Adonis)
Abrazo la espiga del tiempo.
Mi cabeza es una torre de fuego.
¿Qué es esta sangre que palpita en la arena
y qué es este ocaso?
Llama del presente, ¿qué vamos a decir?
En mi garganta están los jirones de la historia.
Y en mi rostro los signos del sacrificio.
¡Qué amargo es ahora el lenguaje!
¡Qué angosta la puerta del alfabeto!
Abrazo la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego,
¿se ha convertido en verdugo?
Un vecino ha dicho: ¡Cuánto tarda Hulagu en venir!
¿Quién llama a la puerta?¿el recaudador de impuestos?
Dale tributo… siluetas de mujeres
y de hombres… imágenes… que caminan…
Nos hemos hecho señales, nos hemos
intercambiado secretos.
Nuestros pasos son una hebra de muertos.
¿Tu muerto viene de tu señor o tu señor viene
de tu muerto?
Perdido por el enigma, se inclina cual arco de
Terror sobre sus días encorvados.
Muerte civil
Felipe Alcaraz Masats
Cuánto espejo podrido
sobre la llanura ardiente
de Bagdad.
Todo pareciera un juego
tatuando las pantallas
si no fuera por ese joven
solo, concreto.
Ahí está, como si nada,
y ya muerto, descuajado.
No es poeta ni soldado.
Elegante y humilde,
más allá del siglo
y de las luces.
Tranquilamente
y capitán del tiempo.
Denunciando sin palabras,
desde el fulgor de lo bello,
el límite, la paradoja
y el poder.
Una dalia morada
nos grita desde el pecho.
Una forma de profanación
Felipe Benítez Reyes
Siempre he tenido
el más hermoso nombre de ciudad.
En los cuentos exactos de la infancia
era el confín nativo de un ladrón,
un confuso lugar con hombres raros,
tocados con turbante,
a lomos de caballos presurosos.
Hoy es sólo un desierto
En que brillan estrellas violentas.
Bombardeada tierra, en fin, de las
imaginaciones,
desdichada Bagdad,
yo que te
imaginaba
fulgente por tus cúpulas de oro…
Muchas maneras de matar
Bertold Brecht
Hay muchas maneras de matar.
Pueden meterte un cuchillo en el vientre.
Quitarte el pan.
No curarte de una enfermedad.
Meterte en una mala vivienda.
Empujarte hasta el suicidio.
Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo.
Llevarte a la guerra, etc…
Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado.
General, tu tanque es más fuerte que un coche
Bertold Brecht
General, tu tanque es más fuerte que un coche.
Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres.
Pero tiene un defecto:
necesita un conductor.
General, tu bombardero es poderoso.
Vuela más rápido que la tormenta y carga más que un elefante.
Pero tiene un defecto:
necesita un piloto.
General, el hombre es muy útil.
Puede volar y puede matar.
Pero tiene un defecto:
puede pensar.
Preguntas
J.M. Caballero Bonald
Ya se han puesto en camino
la muerte y sus patrullas:
la muerte, esa aliada
de la guerra más sucia,
y con ella los cómplices
duchos en imposturas.
Dejan por los caminos
una imperial basura
y sus armas contestan
a todas las preguntas.
Patrañas y rapiñas
con la paz se camuflan
mientras la vida cuenta
sus muertes una a una.
La guerra es una patria
de horrible catadura
y el dios de los ejércitos
no retrocede nunca:
con sus armas contesta
a todas las preguntas.
Hombre planetario
Jorge Carrera Andrade
XIX
Vendrá un día más puro que los otros:
estallará la paz sobre la tierra
como un sol de cristal. Un fulgor nuevo
envolverá las cosas.
Los hombres cantarán en los caminos,
libres ya de la muerte solapada.
El trigo crecerá sobre los restos
de la armas destruidas
y nadie verterá
la sangre de su hermano.
El mundo será entonces de las fuentes
y las espigas, que impondrán su imperio
de abundancia y frescura sin fronteras.
Los ancianos tan sólo, en el domingo
de su vida apacible,
esperarán la muerte,
la muerte natural, fin de jornada,
paisaje más hermoso que el poniente.
El terror preventivo
Alfonso Costafreda
Dieron al fuego virulencia,
calcinaron los bosques y los ríos.
En nombre de la Justicia
injustos testimonios levantaron,
y otros y otros crímenes
que sería prolijo enumerar,
y otro delito cometieron
más refinado y atroz.
Hincaron en el pecho humano
el estandarte del terror.
Que el miedo del abismo fuera
peor que propio abismo.
Sacerdotes de un culto nuevo
-y cuán antiguo el
terror preventivo reinventaron
principio y cruz de toda sumisión.
Un caballo para el extranjero
Mahmud Darwish
¿No me has dicho, de camino hacia el viento: dentro de poco
llenaremos nuestra historia de significado y se apagará la guerra, dentro de poco,
y dentro de poco construiremos Sumeria de nuevo en las canciones
y abriremos las puertas de los teatros a la gente y a los pájaros de todas las especies?
Y regresaremos de donde nos trajo el viento.
No queda en la tierra espacio para el poema, compañero.
¿Habrá espacio en el poema para la tierra después de Irak?
Roma asedia a las lluvias de nuestro mundo y los Zanch golpean sus lunas
de cobre contra el jazz. Roma retorna el tiempo a las cavernas. Roma
acecha la tierra. Abre, pues, un exilio para tu exilio…
Tenemos habitaciones en los jardines de agosto, aquí, en los países que
aman a los perros y odian a tu pueblo y el nombre del sur. Tenemos
retazos de mujeres expulsadas de la margarita. Tenemos amigos
gitanos buenos y la escalera del bar, tenemos a Rimbaud y
una acera de castaños, tenemos tecnología para matar a Irak.
De noche a solas
José Agustín Goytisolo
Aunque los teletipos y las radios
y miles de carteles y periódicos
sigan con la noticia hasta cansarse
alguien –quizá los hombres humillados
de América y el mundo o los poetas
o el perseguido que cobija aún
a la esperanza como a un niño enfermo
alguien siente un rumor de noche a solas
que le impide dormir que va royendo
su pecho en inquietud entre las sábanas
un rumor apagado que persiste
en el sueño después cuando ya otorgan
reposo mas no paz los barbitúricos
y que no cesa y crece tal el ritmo
desbocado de un tren que se avecina
y entonces es cuando aparece el hombre
vistiendo su camisa ensangrentada
entonces es cuando lo que fue duda
retumba entre disparos y es certeza
y llega el sobresalto al despertar
entonces cuando vuelve ese fantasma.
El odio
José Agustín Goytisolo
Contemplad, qué activo sigue siendo,
qué bien se conserva
en nuestro siglo el odio.
Con qué ligereza afronta grandes obstáculos.
Qué fácil para él saltar, atrapar.
No es como otros sentimientos.
Es más viejo y más joven que ellos al mismo tiempo.
Él mismo crea razones,
que lo despiertan a la vida.
Si se queda dormido, no es nunca el suyo un sueño eterno.
El insomnio no le quita fuerza, antes se la da.
Con religión o sin ella,
lo importante es arrodillarse en la salida.
Con patria o sin ella,
lo importante es lanzarse a correr.
Para empezar no está mal eso de la justicia.
Después ya corre solo.
¡Odio! ¡Odio!
Su rostro lo desfigura una mueca
de éxtasis amoroso.
¡Ay estos otros sentimientos,
enclenques e indolentes!
No a la guerra
Mertxe Manso
Nadie sabrá cómo
Ocurrió.
Amanece cubierta la ciudad de
Ladridos de fuego y de metralla.
Alguien pasea olvido y sólo llegan
Gritos.
Urgente es
Encontrar la palabra
Rota.
Romper la línea del cuerpo a cuerpo.
Amanece y sumamos nuevas ausencias.
Por lo visto
Jaime Gil de Biedma
Por lo visto es posible declararse hombre.
Por lo visto es posible decir no.
De una vez y en la calle, de una vez, por todos
y por todas las veces en que no pudimos.
Importa por lo visto el hecho de estar vivo.
Importa por lo visto que hasta la injusta fuerza
Necesite, suponga nuestras vidas, esos actos mínimos
A diario cumplidos en la calle por todos.
Y será preciso no olvidar la lección:
Saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos
Hay un arma escondida, saber que estamos vivos
aún. Y que la vida
todavía es posible, por lo visto.
Los Justos
J.L.Borges
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Stefania, 1939
Ana Wajszczuk
I.
No dejes que me llueva dentro,
dijo al despedirse
le dijo a Dios, tal vez, esas palabras
porque su madre no escuchó de ella ni una queja
ni un suspiro.
Ese día en Warszawa, octubre, 1939
el temporal bajaba por las calles,
sin detenerse
Y ella tenía su maleta lista,
su abrigo negro
y sabía que vendrían los soldados.
Pero no sabía lo de la lluvia,
para esas cosas no estaba preparada.
El telegrafista muerto
Rafael Méndez Dorich
Detrás de la trinchera, después de la tragedia
que llegó de improviso sin que nadie la viera,
con los auriculares de caucho colocados
aún en los oídos
y el gesto siempre atento,
seguía recibiendo órdenes
el telegrafista muerto.
Como un ejército
desorientado, de recuerdos,
velaba sus pupilas
el alfabeto Morse de los sueños.
Todavía estaba acústico
el telegrafista muerto:
vibraban los sonidos en sus manos abiertas
y sus oídos fríos
percibían las ondas astrales del silencio…
Pido la Paz y la Palabra
Blas de Otero
Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.
Tristes guerras
Miguel Hernández
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Shèma
Primo Levi
Tú, que vives seguro,
que al calor de tu hogar
regresas cada tarde para encontrar
comida caliente y rostros amables:
Piensa si éste es un hombre,
que agobiado trabaja en el barro,
que no tiene paz,
que brega por un mendrugo,
que muere por un sí o por un no.
Piensa si esta es una mujer,
sin cabellos ni nombre
ya sin fuerzas para recordar,
vacíos los ojos y el vientre helado
como una rana en invierno.
Piensa que ésto ha sucedido:
Te encomiendo estas palabras.
Grábalas en tu corazón
estando en tu casa, andando por el camino,
al acostarte y al levantarte.
Repítelas a tus hijos.
O desmorónese tu casa,
que la enfermedad te consuma
y tu progenie aparte su cara de ti.
Fin de guerra
Esther Armas
Un día volverás a ser libre.
Reír y soñar
Como rutina de libertad.
Un día volarás.
La luz se quedará
Y la utopía será realidad.
Gloria Fuertes
En la guerra comíamos…
De extraordinario,
Piltrafas con patatas o con arroz
Los domingos,
En el colectivo comedor.
Los lunes,
Lentejas rellenas
De cucarachas pequeñas.
¡Nada de qué horror!
El horror era
Que se estaban matando alrededor.
Guerra
Miguel Hernández
La vejez en los pueblos,
El corazón sin dueño.
El amor sin objeto.
La hierba, el polvo, el cuervo.
¿Y la juventud?
En el ataúd.
El árbol solo y seco.
La mujer como un leño
De viudez sobre el lecho.
El odio sin remedio.
¿Y la juventud?
En el ataúd.
Insomnio
Dámaso Alonso
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadá-
veres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
En este nicho en el que hace 48 años que me
Pudro,
Y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o la-
drar a los perros, o fluir blandamente a la luz de la
luna.
Y paso largas horas oyendo gemir al huracán, la-
drando como un perro enfurecido, fluyendo como
la leche de la ubre caliente de la gran vaca
amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, pregun-
tándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres
en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lenta-
mente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra po-
dredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del
Día,
Las tristes escenas letales de tus noches?
Hay dos Españas
León Felipe
Hay dos Españas: la del soldado y la del poeta. La de la espada fratricida y la de la canción vagabunda. Hay dos Españas y una sola canción. Y esta es la canción del poeta vagabundo:
Soldado, tuya es la hacienda,
la casa,
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo…
Mas yo te dejo mudo… ¡mudo!
Y ¿cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
Fábula y moraleja
Ángel González
Dos soldados se amaban tiernamente.
Grababan en las balas las iniciales de sus nombres
Propios
Elegantemente entrelazadas
-quizá con un punto de cursilería.
Intentaban de ese modo llevar su amor al corazón de
Todos los hombres,
Lo que estaban logrando
Con licencia de armas,
Perseverancia
Y buena puntería.
Aprendí de esta historia
Que a los hombres educados en el desprecio
Hasta el amor les sirve para expresar su odio.
A propósito de escopeta
Nicanor Parra
Hay que pavimentar la cordillera
Pero no con cemento ni con sangre
Como supuse en 1970
Hay que pavimentarla con violetas
Hay que plantar violetas
Hay que cubrirlo todo con violetas
Humildad
Igualdad
Fraternidad
Hay que llenar el mundo de violetas.
Almudena Guzmán
ELLOS,
Juglares y trovadores
También estaban allí.
Lo vieron todo
Pero no hicieron nada
Hasta el fin del asedio.
(Se rasgaron las vestiduras
Y escribieron en mi honor
Sonoros versos
Que les abrieron las puertas
Del palacio).
Guerra y Paz
Ana Isabel Conejo
Otoño de abedules temblando en las colinas, de
flexibles/ cinturas inclinadas sobre el amplio
repecho de una ventana;/ bellos rostros alegres
mirando los reflejos de los charcos, y en / la tierra
mojada, un esplendor de ruinas, madrigueras inúti-/
Les abiertas al viento y a la lluvia mientras el
corazón, un / zorro rojo, huye por el campo abierto,
perseguido del ímpetu/ de perros y caballos… y en la
boca una risa de muselina blan-/ ca, y la noche
batida por las alas de un pájaro que ya araña/ la
nieve. Porque es tiempo de fuego, de troikas que se
lanzan/ pendiente abajo, locos de aroma a cuero y a
manzanas y a / juventud a punto de perderse;
mientras, lejos, la guerra deja/ costuras de humo
sobre el mapa de sus viejas fronteras, deja muertos
vestidos de colores muy vivos, hombres/ de ojos
risueños con miembros amputados… No
volveremos/ nunca a ser los mismos. Y lo que
rehuíamos, lo que temimos/ tanto, no era el dolor,
no era ni siquiera la muerte, sino esta/insoportable
tristeza de sabernos peores de los que nos creía-
/mos… Esta nueva conciencia que dulcifica el rostro;
donde la juventud deja sitio a la vida…
No te mueras
Akiko Yosano
Ay, hermano, lloro por ti,
no te mueras.
Tú que naciste el menor de la familia,
el cariño de tus padres superaba todo,
mas ¿acaso ellos te han educado para matar a la gente
haciéndote empuñar una espada?
¿Te han criado hasta los veinticuatro años
para que mueras después de matar a la gente?
Eres el dueño de una tienda tradicional
de un comerciante de la ciudad de Sakai.
Eres el heredero del nombre de tu padre.
No te mueras.
¿Qué te importa si el Castillo de Puerto Arturo
cae o no cae?
Sólo conoces las costumbres de una familia de mercaderes.
No te mueras.
El Emperador nunca aparecerá en el campo de batalla.
“Que mueran como bestias,
que derramen mutuamente sangre humana,
que es el honor del hombre el morir”
¿Pensará así el Emperador?
No creo, pues tiene una benevolencia profunda.
Ay, hermano,
no te mueras en el campo de batalla.
A tu madre que había perdido al esposo
le han quitado a su hijo
en medio del llanto sin misericordia
el otoño pasado.
Ella mantiene a su familia y
mientras se habla de la paz nacional
aumentan las canas de su cabello.
¿Acaso te has olvidado
de tu mujer joven y frágil
que a la sombra de la cortina
llora inclinada,
con quien no has vivido ni diez meses?
Piensa en el dolor de la joven.
Ay, ¿en quién podría ella apoyarse
sino en ti, el único en este mundo para ella.
Tú no te mueras.
Letanía de las ganancias de guerra
Allen Ginsberg
Dedicado a Ezra Pound
Estos son los hombres de las compañías que han sacado
dinero de esta guerra
milnovecientossesentayocho Annodomini cuatromil
ochenta Hebraico
Estas son las corporaciones que se han beneficiado con el comercio
de fósforo que abrasa la piel o de bombas fragmentadas en
miles de punzantes agujas
Y en esta lista los millones ganados por cada mancomunidad manufacturadora
y aquí están las ganancias numeradas, catalogadas desde hace una década puestas
en orden,
aquí nombrados los Padres en el gobierno de estas industrias teléfonos
dirigiendo las finanzas,
Nombres de directores, hacedores de destinos, y los nombres de los
accionistas de estos Agregados. Predestinados.
Y aquí están los nombres de sus embajadores en la capital,
representantes ante la legislatura, aquellos que se sientan bebiendo
en salones de hotel para persuadir,
y aparte, por orden, aquellos que dejan caer Anfetaminas con los
militares, chismorrean, discuten, y persuaden
sugiriendo políticas, nombrando lenguajes proponiendo estrategias, esto
hecho con dinero como embajadores ante el Pentágono, consultores
de los militares, pagados por su industria:
y estos son los nombres de los generales y capitanes militares,
que así, ahora trabajan para los fabricantes de bienes de guerra;
y encima de éstos, por orden, los nombres de los bancos combinados,
trusts de inversión que controlan estas industrias:
Y estos son los nombres de los periódicos propiedad de estos bancos
Y estos son los nombres de las estaciones de radio propiedad de estos
combinados;
y estos son los números de miles de ciudadanos
empleados por las citadas empresas;
y el comienzo de esta relación es 1958 y el final 1968,
que la estadística sea contenida en una mente ordenada,
coherente y definida,
y la primera forma de esta letanía comenzó el primer día de diciembre
de 1967 y lleva más allá este poema sobre estos Estados.
Bombas sobre Bagdad
Paulino Aparicio Ortega
Todas las manos juntas de la gente, esa guerra de manos
como un clamor de cañones ilesos, no fueron suficientes,
y la sangre se tiende pulso a pulso por una catástrofe real.
Ya sabíamos que los muertos acabarían siendo ciertos,
porque las bombas no son inteligentes.
Hoy se rifó metralla en un mercado, al peso,
y detrás de cada casa por la noche, hay ojos aterrados
sintiendo la tormenta de estar en el punto de mira.
Seres apagados, quedan entre las llamas,
andando desde el miedo, con un grito en los ojos.
Dormid si es que podéis salvadores aciagos.
Dad vueltas a las cosas torcidas para que parezcan derechas,
y luego vendedlas como saldos en un mercado que esté fuera de tiro,
no vayan esas bombas clarividentes a hacer nuevos estragos.
Lo peor de la guerra es que no tiene nombre.
Nombrar el exterminio mancha la lengua,
por eso se le buscan falsas metáforas de salvación.
Pero la guerra no puede disfrazarse,
es demasiado impresentable;
pisotón de un zapato a las hormigas,
aspas locas del odio y de la furia,
argumento final del que carece de argumentos.
Incluso después que los marines desfilen por Manhattan
quedará la cosecha tardía del silencio,
las magulladuras intratables y la duda instalada.
El fracaso de toda guerra.
Eso que no trascribe fácilmente.
No hay bombas inteligentes.
Lo único inteligente que tiene el ser humano es la palabra,
y en cada guerra, la palabra la pisan con sus botas los soldados.
¿Para cuándo?
Muhammad Aziz al-Hababi
La noche
nos sigue.
Noche sin fin,
tinieblas del hambre,
tinieblas sin luna
que alucina nuestros pálidos rostros.
Gritos de blasfemia
horadan la blindada faz del cielo sin eco.
Gritos salvajes.
Gritos de rabia
que la miseria arranca
de nuestras gargantas en llamas.
¿Para cuándo
las espigas de nuestra tierra
y la dulzura de nuestro cielo?
¿Para cuándo
el sol en el corazón?
¿Veremos un día,
el día,
como todo el mundo?
Todo el mundo busca la paz.
Nosotros preferimos estar en querella
con la muerte
que nos siega
sin consideraciones
ni piedad
por teorías
infinitas,
todos los días
sin tregua.
Todo pasará
Melvin René Barahona
…Y todo pasará
Y yo estaré contigo en la mañana de las reconstrucciones.
Sí. Estaré en Zacapa y estaré en Chiquimula;
estaré en todas partes por donde la muerte anduvo
desalojando la esperanza.
Yo estaré allí para besar
la sangre náufraga de los ladrillos muertos. Para enjugar la última
lágrima vertida.
Estaré allí
para borrar con mi frente los escombros
y los recuerdos tristes.
Pondré una rosa y un soneto
en cada tumba colectiva.
Pintaré un vástago de mi voz, una sonrisa,
un estremecimiento de mis labios
en las palmeras resueltas.
Y besaré los nuevos ladrillos y los muros
definitivamente edificados.
Sí. Todo pasará…
Y vendrán nuevas madres para los niños huérfanos.
Y vendrán nuevos hijos para las madres tristes.
Y un nuevo pan
más dulce y más sabroso
desbordará las mesas de mi pueblo.
Y una nueva esperanza
desbordará los pechos reconstruidos.
Primeras letras
José Manuel Caballero Bonald
Un día, lunes, cerca
del mar, sonó
la palabra. Era verano
entre las cañas
pacíficas
del trigo y nunca
la alucinante hoguera
de las furias
se propagó con tanta
iniquidad.
Vinieron
cargas de odios
en camiones, gritos
y sogas en camiones.
Ebrios de mosto
y esperma, bajaron
hasta el mar
adolescentes brunos,
ciegos
y reclutados
con los aperos de la felonía;
niñas de sangres
iniciales;
espantos y pancartas
al frente de los himnos.
Entre el despliegue
tortuoso, ¿quién
me llevó de la mano
a la frontera
fratricida? ¿Dónde
me desertaron de ser niño?
Oh qué terribles y primeras
letras letales
de la patria. Párvula madre
mía, ¿qué hiciste
de nosotros, los que apenas
pudimos aprender
la tabla de sumar de la esperanza?
Entropía
Antonio Colinas
Ponen a Dios al lado de la guerra
y a la guerra la amparan bajo el nombre de Dios,
mas Dios es la no guerra
y la guerra es, sin duda, un contradios.
Hace ya muchos siglos que alguien dijo
que no hay daño en la parte que no afecte al todo,
pero el hombre aún no sabe que no sabe,
hacia adelante huye, siembra
desarmonía y otra vez terror
llama a terror y guerra llama a guerra.
Ni siquiera la piedra es ya sagrada,
el tiempo se desangra y el espíritu
huye con su misterio de los templos.
Se retira el pinar en llamas (ya
no arde con el canto de cigarras),
desierto y mar avanzan con sus escorias, son
las palabras un grito en carne viva
y el aire que dio vida ya no es
puro como la escarcha, fino como la nieve.
Mas en el mundo habrá aún esperanza
mientras alguien respire
en paz la última música,
y amanse con las yemas de sus dedos
cada muro de odio,
y el último estertor de lo sagrado
tiemble en los ojos abiertos del niño muerto.
Abajo la ignorancia secular,
la usura y el no amor, el no saber
que no se sabe,
mientras el universo
allá arriba se expande y se retira
con su secreto.
Respirar aún en paz la fugitiva música
que no oímos,
respirar aún en paz la música que huye
a los prados remotos del firmamento,
es todo cuanto el hombre deberá
saber para salvarse.
Nocturno sin patria
Jorge Debravo
Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.
Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera sólo el aire.
Que nadie tenga tierra
como se tiene traje:
que todos tengan tierra
como se tiene aire.
Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire…
Que el aire no es de nadie, nadie, nadie…
Y todos tienen su parcela de aire.
Los malos sembradores van cayendo trazados
por la cintura en dos trozos de carne amarga,
aplastados debajo del grito de los pueblos.
De cada hueso, de cada mujer herida,
sale un cuchillo ardiendo, cortando brazos malos.
Y sobre brazos, muslos, cabezas desprendidas
va creciendo el oleaje de paz, de buena paz,
paz comprada con negras monedas de dolor,
pero paz, compañeros, paz, hermanos, paz buena,
fresca y onminiscente como un aire, una nube
de estrellas aventadas por un ángel de fuego.
Nadie está solo
José Agustín Goytisolo
En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.
Crecida
Blas de Otero
Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
con la sangre hasta el borde de la boca,
voy
avanzando
lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios
algunas veces,
voy
avanzando sobre este viejo suelo, sobre
la tierra hundida en sangre,
voy
avanzando lentamente, hundiendo los brazos
en sangre,
algunas
veces tragando sangre,
voy sobre Europa
como en la proa de un barco desmantelado
que hace sangre,
voy
mirando, algunas veces,
al cielo
bajo,
que refleja
la luz de la sangre roja derramada,
avanzo
muy
penosamente, hundidos los brazos en espesa
sangre,
es
como una esperma roja represada,
mis pies
pisan sangre de hombres vivos
muertos,
cortados de repente, heridos súbitos,
niños
con el pequeño corazón volcado, voy
sumido en sangre
salida,
algunas veces
sube hasta los ojos y no me deja ver,
no
veo más que sangre,
siempre
sangre,
sobre Europa no hay más que
sangre.
Traigo una rosa en sangre entre las manos
ensangrentadas. Porque es que no hay más
que sangre,
y una horrorosa sed
dando gritos en medio de la sangre
Los sonetos del apocalipsis
Nicanor Parra
1
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2
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(2 de «Los cuatro sonetos del Apocalipsis», de Hojas de Parra, 1985).
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