Aunque empecé el voluntariado en la Casa en el año 2009, y participé en el cuidado del pequeño huerto al año siguiente, no fue hasta 2012 cuando se nos ocurrió que los jóvenes del grupo juvenil Asómate pudieran participar en él.
Como aún eran demasiado jóvenes, decidimos esperar a que cumplieran los catorce años para proponérselo. Al principio eran simples excursiones a la Casa para conocer el lugar, pero en 2013 ya empezamos un proceso en el que se iban a implicar en el proceso desde el momento del trabajo del suelo hasta la recogida final de los frutos.
En 2014, el grupo se encargó no solo del huerto, sino que los sábados por la mañana íbamos a compartir tiempo también con las personas que vivían en la casa, preparando actividades para llevar a bajo de manera conjunta. Por otro lado, en la Casa también preparábamos actividades para hacer con los jóvenes que venían los sábados, de modo que esas mañanas se compartía lo que ambos grupos habían hecho, y todas y todos éramos protagonistas durante un par de horas (por supuesto, la particiación era voluntaria, y no todas las personas que vivían en la casa quisieron participar por diferentos motivos). Terminábamos la mañana jugando al futbolín de la Casa, elemento aglutinador en esos últimos momentos del encuentro.
En 2016, antes de verme obligado a dejar el proyecto de Santo Toribio, ya fueron los propios jóvenes de Asómate quienes llevaron el huerto en solitario –con colaboraciones muy ocasionales por mi parte–, tutorizando a un nuevo grupo de adolescentes que finalmente no se engancharon al proyecto.
Desde entonces, el huerto ha pasado a ser gestionado exclusivamente desde la Casa.