Ingreso en prisión en febrero de 2000. Me detienen en casa, por la noche, al salir de trabajar y cuando me dispongo a cenar. Me llevo la mochila, preparada desde hacía tres años –menos mal que no me había olvidado de nada–, entre bromas de los guardias civiles, que dicen que es cosa de un rato y que hago bien, que estoy en la edad de hacer estas cosas; leo un libro de Onetti mientras hablan con sus superiores. Pues no, no es para un rato. Duermo en el cuartel de San Isidro, y a la mañana siguiente me despiertan y me trasladan –otros agentes– a Alcalá de Henares, esposado durante todo el trayecto, durante el cual se detienen para tomar algo a lo que no me invitan (aprovecho para dormir, en todo caso, ajeno a estas irregularidades).
Lo primero que me preguntan los celadores al hacer el registro de mi bolsa es si el libro «Filósofos Presocráticos» es de filósofos que han estado en la cárcel; como me parece una broma, respondo que sí, tras lo cual contemplan el libro durante alrededor de un minuto, sin llegar a abrirlo; como es su hora del almuerzo, al parecer, deciden dejarlo pasar.
A partir de ahí, me esperan dos años y cuatro meses con estas personas.
En la cárcel llevo un diario, pero es demasiado aburrido, no solo por lo personal, sino porque cualquier nada parece algo; por ello, no voy a publicarlo tal como está, quizá en algún momento algún extracto, o algunas de las peticiones que teníamos que hacer a la dirección. En todo caso, la convivencia es sumamente curiosa. Lo que sí adjunto son escritos en verso, no digo poemas, porque a día de hoy me hacen gracia, lo que lamentablemente no era su objetivo, pero en fin, qué le vamos a hacer.
En realidad, paso en segundo grado hasta finales de septiembre de 2000, con compañeros insumisos que me marcan muy positivamente. En ese momento, y gracias a la Escuela de Prosperidad, que firma mis actividades matutinas para que pueda salir desde las 7:30 de la mañana en tercer grado –y de paso me inician en los rudimentos del acompañamiento en el aprendizaje del español como lengua extranjera, actividad que he ejercido en años posteriores–. En noviembre de 2001, tras unos meses de lucha jurídica para que se nos aplique un artículo del reglamento que nos permite adelantar la condicional, y que nos deniegan porque dicen que no nos hemos reinsertado –en mi caso, también, por motivos personales–, me conceden esta y vuelvo a Valladolid.
Mientras tanto, la prensa va sacándonos de vez en cuando
nos llaman para contar nuestras experiencias,
mientras las compañeras se encargan de seguir dando voz a las ideas del MOC
Como todas recordaréis, es en este periodo cuando se derriban las Torres Gemelas y se decide la invasión unilateral de Afganistán y luego de Irak (mientras, nos manifestábamos en el 2002, poníamos carteles en bares y hacíamos pintadas nocturnas, recibiendo insultos por la calle o en la inauguración de la SEMINCI, solo meses antes de que el 90% de la ciudadanía de este país se manifestase en contra de esta guerra).
El mundo cambió, y no supimos detener el rumbo que desde el derrumbamiento del bloque comunista se conocía: sin enemigos visibles, había que crear uno, y para eso vino muy bien el terrorismo llamado islámico.
Hoy ya prácticamente nadie cuestiona la OTAN, FRONTEX, ni las misiones que nuestro ejército lleva a cabo en el exterior.
En 2001 acabó la mili, y parece que desaparecieron los problemas.
Ahí siguen insumissia y mucha otra gente, por si alguien quiere saber algo más sobre pacifismo o antimilitarismo.
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